lunes, 5 de enero de 2015

ANÁLISIS MARXISTA DEL ESTADO (Y VI)

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Por: Francisco Guacarán. (*)
Especial para TP
Culminábamos el anterior artículo señalando la necesidad histórica de la toma del Poder político por parte del proletariado como condición ineludible para la destrucción del Estado burgués. He acá un problema medular que ha sido ampliamente manipulado por sectores reformistas y anticomunistas. La toma del Poder Político no implica un acto electoral, basado en las reglas de la democracia burguesa, donde se elige algún dirigente proveniente de las filas del movimiento popular para gobernar, administrar o reformar al Estado burgués.

Ya en la cuarta entrega de esta serie (TP Nº 245) analizábamos las perspectivas de los gobiernos de amplia base dirigidos por la pequeña burguesía, lo cual puede ser aplicado también a este escenario, precisamente por las alianzas político-electorales, con las más disímiles capas y clases sociales, que debe generar un dirigente progresista para poder alcanzar el gobierno por vía electoral.
En el mejor de los casos, ocurren avances propios de la liberación nacional: una agenda antiimperialista, la democratización de importantes dinámicas políticas y distribución más equitativa de la riqueza. Pero todo ello sin cambios fundamentales en la estructura y funcionamiento del Estado burgués, más bien limitado por éste, en búsqueda de garantizar el mantenimiento y reproducción del modo de producción capitalista.
Por tanto, la profundización de las medidas que impulsa la liberación nacional, son tareas que sólo puede cumplir la clase obrera, pero su exigencia sirve para agudizar las contradicciones de clases, generando desde la burguesía reacciones descarnadas y abiertamente represivas para evitar cualquier perspectiva de avance popular. He ahí la importancia de contar con una clase obrera y demás capas explotadas por el capitalismo, bien organizadas y conscientes de su rol histórico, preparadas para trascender estos límites del Estado burgués, obligando a su destrucción completa.
Asimismo, la toma del Poder Político no está referida solamente a poder gobernar y administrar los asuntos públicos ni la gestión de los servicios. Comprendimos en esta serie de artículos que el Estado burgués se sustenta en la propiedad privada de los medios fundamentales de producción. Por tanto, el Poder Político en manos de la clase obrera sintetiza de forma dialéctica el hecho de que la economía y la producción estén siendo también controladas por esta clase social. Este es el objetivo fundamental: el control social sobre la producción y su planificación central y democrática, lo cual constituye un hecho político y económico al mismo tiempo.
Entonces, tal como lo ha venido alertando el marxismo-leninismo, el Estado burgués no se autodestruirá por vía legal, y tal parece que la vía electoral no es la más idónea para cumplir las tareas históricas de acabar con el capitalismo, argumento preferido por quienes sustentan vías “pacíficas” para construir el socialismo. La destrucción del Estado burgués ocurre conforme a la abolición del modo de producción capitalista, es decir, la expropiación a la burguesía de los medios y herramientas de trabajo, e indiscutiblemente, ese es un hecho violento por definición. Y justamente, ahí, en ese momento de aparente confusión y necesaria planificación, de ofensiva y defensiva popular, de destrucción y creación, es cuando podemos gritar con gallardía que estamos en una Revolución y que el Pueblo tiene el PODER.
(*) Miembro del CR del PCV en Distrito Capital

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