Por: Natalya M. García. Especial para TP
Pese a ciertos países que aún se mantienen en resistencia frente al capitalismo y el imperialismo, como Cuba, Corea del Norte o Vietnam, es cierto que hoy en día seguimos predominantemente bajo el yugo del capital financiero.
La base económica y su superestructura son el principio que rigen las relaciones económicas de la sociedad, y con ellas, las demás relaciones. A la superestructura se agrupan las ideas, instituciones y organizaciones que han justificado –y justifican, hasta el día de hoy– la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre.
Las concepciones jurídicas, morales, éticas, religiosas, estéticas y filosóficas son impuestas por la burguesía, expresadas en forma de conciencia social. La moral, en el caso que nos ocupa, es un conglomerado de normas y reglas que modula la conducta de las personas.
En el sistema capitalista, donde los medios de producción están en manos de una sola clase: la burguesía, la moral dominante en la sociedad es la moral burguesa. Como vivimos en una sociedad dividida en clases, no es sorpresa que la conducta y la manera de pensar de las y los trabajadores sea definida u orientada por los valores de la clase burguesa.
Entonces, si la burguesía, como clase, tiene una moral, ciertamente, la clase de los obreros y trabajadores tiene una moral acorde a sus intereses de clase: la moral comunista, una moral que se genera debido a las contradicciones propias del sistema.
Es decir, la moral se origina según el papel que cumpla la persona dentro del modo de producción. La moral comunista es aquella que ha de imponerse sobre la moral individualista, que rompe con la unidad de los trabajadores ante un conflicto generado por la patronal.
Entendemos que bajo el capitalismo es imposible tener una moral comunista “pura”, debido a las cuantiosas contradicciones que genera el sistema capitalista. El individualismo, el racismo y el sexismo son posturas ajenas a una moral comunista, colectiva, nutrida de respeto, solidaridad, de crítica y autocrítica.
Sin embargo, nuestra moral debe estar a la altura que nos exija la lucha de clases al momento de actuar contra el capitalismo.
Nuestra moral comunista ha de imponerse, inquebrantablemente, ante el oportunismo y el reformismo en cada una de las formas en que se nos presente.
Como marxistas-leninistas, entendemos que la ideología y la moral comunista serán aprehendidas por el conjunto de las y los trabajadores sólo después de que éstos se hagan con la toma del poder y cambien las actuales relaciones de producción.
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