jueves, 6 de agosto de 2015

LA CLASE OBRERA (Y IV)

clase-obrera

Por: Edgar Meléndez. Especial para TP
Miembro del Comité Central del PCV
Para la comprensión plena de lo que significa la Clase Obrera –y en la correcta dirección que debe imprimirle el Partido de vanguardia para que ésta cumpla su papel histórico–, hay un aspecto fundamental que es el referido a su composición.

Al igual que la burguesía, la Clase Obrera no puede asumirse como un estamento monolítico y absoluto pues ella ciertamente está integrada por sectores o capas que es importante diferenciar.
Resaltan los intentos de la burguesía y sus aparatos ideológicos para “sembrar” la creencia de la desaparición de la Clase Obrera ya no sólo desde su perspectiva histórico-social sino incluso en términos cuantitativos, amparados en algunas trampas como el “post-industrialismo”.
En este sentido, en el ya referenciado libro “La clase obrera en la era de las multinacionales”, de Peter Mertens, con números en mano este camarada demuestra que –a pesar de lo que afirma toda la camada de socialdemócratas, reformistas, revisionistas y derechistas que no cejan en su empeño mil veces derrotado de transfigurar el marxismo–, la cacareada reducción numérica de la Clase Obrera no es tal y que la misma se asienta en verdad sobre tres aspectos mascarados por el sistema: aumento de la productividad (reducción de la mano de obra en el sector primario y secundario transferidos al sector «servicios»), flexibilización y fraude laboral; y, deslocalizaciones (especialmente en Europa).
Sobre estos aspectos Mertens es muy enfático en afirmar que lejos de estar reduciéndose el número de trabajadores directamente ligados a la producción éste va en aumento, y que no existe la llamada “desindustrialización”, agravándose lo referido en el párrafo anterior al descubrir que buena parte del porcentaje que la burguesía presenta como trabajadores del sector terciario o de servicios corresponden a obreros fabriles ligados de la producción industrial o trabajadores agrícolas bajo contratación tercerizada.
Pero también nos recuerda este autor que “no es el número ni los constantes cambios en la producción lo que hacen que la clase obrera sea la clase revolucionaria, sino su posición en la sociedad actual y en la sociedad de mañana. El movimiento obrero se debilita o se fortalece por su propia fuerza de organización y su conciencia de clase”.
Y es correcta esta precisión desde una posición política revolucionaria, sin olvidar, por esta misma razón, que en las capas o sectores que conforman la Clase Obrera no se debe incluir, en asociación mecánica por «asalariados», a quienes son operadores directos de los patronos como personal directivo o gerencial, y que dentro de la Clase Obrera “el núcleo productivo es el más importante. (…) por estar en el centro de la producción y enfrentarse cada día a la contradicción Capital-Trabajo, están mejor situados por consiguiente a entender la esencia del sistema”, como ya lo plantearon Marx, Engels, Lenin y otros.
Toda vez que los procesos terciarios son diversos y hasta difusos en algunos casos, especialmente en una economía periférica y rentista como la venezolana, es que el PCV identifica a sus miembros como «pueblo trabajador», procurando ganarlos para la lucha de clases a través de la conciencia y organización que ésta requiere; pero jerarquizando especialmente la centralidad hacia el fortalecimiento ideo-político y combativo de las y los trabajadores directamente ligados a los procesos productivos, con el objetivo de la Revolución Proletaria.

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