jueves, 6 de agosto de 2015

LA MORAL COMUNISTA (IV)

industrializacion

Por: Natalya M. García. Especial para TP
Politóloga
Mención aparte, en esta serie de artículos sobre la Moral Comunista, merece el estudio de la concepción marxista del trabajo.

Como proceso que se efectúa entre los hombres y la naturaleza, a través del cual los hombres modifican los objetos de la naturaleza para satisfacer sus necesidades, el trabajo constituye la condición primera y fundamental de la existencia humana.
El modo de producción capitalista, que descompone física y espiritualmente a la mujer y al hombre, emplea la fuerza de trabajo como cualquier otra mercancía, le asigna un precio por debajo de su valor, con lo cual los capitalistas procuran reducir al mínimo los salarios y, a la vez, intentan disminuir las necesidades materiales y culturales de las y los trabajadores.
Desde luego, los dueños de los medios de producción, los burgueses, no tienen de otra que mantener bajo su dominio a los trabajadores mediante la disciplina del hambre; la constante amenaza al trabajador de ser expulsado de la producción y atizando el temor a quedarse sin medios de subsistencia.
De esta manera, el trabajo se convierte en una carga y una forzosa obligación.
La producción y el trabajo sí contienen un carácter social en el capitalismo pero la burguesía es quien se beneficia y se apropia del producto final del trabajo.
De ello surge la contradicción fundamental del capitalismo entre el carácter social de la producción y la forma capitalista privada de apropiación.
Socialismo y trabajo
El Socialismo –pero no el mixtificado con apellidos rimbombantes y engañosos, sino el basado científicamente en el marxismo-leninismo–, es inevitable como fase previa del Comunismo, y está determinado a brotar de las mismas entrañas del capitalismo.
La base económica de la sociedad socialista se funda sobre la propiedad social de los medios de producción.
En el Socialismo, fase inferior de la formación socioeconómica comunista, predomina el principio “quien no trabaja no come”, a la cual Lenin expresaba a cada trabajador lo siguiente: “esta verdad sencilla, la más sencilla y evidente, que constituye la base del socialismo, el manantial inagotable de su fuerza, la firme garantía de su victoria definitiva”.
El trabajo en el Socialismo exige de todos el compromiso de trabajar para la sociedad y recibir de ella lo que corresponde a la cantidad y calidad del trabajo previamente invertido.
Bajo el Socialismo y el Comunismo, el carácter del trabajo cambia radicalmente.
Durante la edificación de la sociedad socialista, la colaboración amistosa y la ayuda mutua entre los hombres libres de la explotación engendran una nueva actitud hacia el trabajo.
Sobre el trabajo se cimentará la disciplina consciente de los hombres unidos para construir el futuro de la humanidad: la sociedad comunista. El trabajo será libre; creador; fuente de placer; primera necesidad vital del hombre; socialmente necesario para todos y exento de toda explotación. De este modo, lograremos hacer realidad el principio fundamental del Comunismo: «de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades».

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