jueves, 20 de agosto de 2015

EL DILEMA DE LA IMPROVISACIÓN (I)

improvisacion

Por: César Quintero Ríos. Especial para TP
Politólogo
Nuestro país, históricamente, ha estado muy poco preocupado por el ejercicio de la planificación como acto de gobierno. La dependencia de la renta petrolera convirtió al gobierno central en un simple recaudador de dinero, donde sencillamente se necesita saber sumar (lo cobrado), multiplicar (barriles por dólares), y restar (lo que se le entrega a la burguesía para que lo malgaste).

Aquellos grandes proyectos modernizadores de la era puntofijista, como un importante ejercicio promotor de la planificación, fueron obligados a ser desmantelados por interés del imperialismo, el FMI y el BM, profundizando así el rentismo, la dependencia y la miseria.
A lo largo de los últimos 16 años alcanzamos un nivel importante de independencia política y luchamos por independencia económica –con más traspiés que logros–. En este tiempo, destacadas figuras del gobierno han hablado reiteradamente de planes y programas públicos que poco reflejan un serio ejercicio de planificación, sino que se asemejan más a consignas y gritos de guerra, con lo cual luego se inundan vallas publicitarias, páginas de periódicos, trípticos, volantes y demás instrumentos publicitarios, basado en la idea de que mientras más difundido es un “proyecto”, más serio y planificado es.
Hay infinidad de ejemplos lamentables de cómo ese accionar intenta ocultar la improvisación, que es una costosa enfermedad en actos de gobierno. Esa pretensión tiene su cuota de responsabilidad en otros males como la corrupción, el tráfico de influencias, la ineficiencia y la dilapidación de recursos públicos.
El asunto de la planificación es un tema de primer orden. Frases como “en 100 días resolveremos el problema de la electricidad”, “2011 miseria cero”, “derrotaremos el dólar paralelo”, “aumentamos las exportaciones”, “hoy tenemos soberanía alimentaria”, “le juro que ha disminuido…”, y un largo etcétera, están huérfanas de una explicación transparente del ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Con quiénes?, entre otras preguntas sencillas pero muy importantes que reflejan un ejercicio mínimo de planificación y seriedad en el manejo de los asuntos públicos.
La práctica demuestra que el famoso “como vaya viniendo vamos viendo”, caracteriza muchas instancias gubernamentales, y el gran pensamiento robinsoniano “inventamos o erramos” luce como excusa sencilla para decir que erramos porque inventamos, cuando en realidad un extraño virus anti-científico –producto quizá de alguna ideología pequeñoburguesa heredera de los ludditas que se oponían al naciente capitalismo destrozando las máquinas– invade las mentes de varios altos funcionarios, al querer equiparar planificación, ciencia, previsión y sistematicidad con “valores capitalistas” o “antipopulares”.
Una política social de ninguna manera está enfrentada al uso de la estadística, la planificación, la rendición de cuentas, el uso de las matemáticas, ni de ninguna otra ciencia o método científico.
Nuestra actual independencia política nos ha brindado una oportunidad valiosa para emprender un proyecto popular, democrático, antioligárquico y antiimperialista, y ello no se contrapone en nada a usar las mejores herramientas generadas por el avance histórico de la humanidad y las ciencias para satisfacer las necesidades del país. Por el contrario, es nuestro deber demostrar que esas herramientas son mucho más útiles cuando no están atadas a los intereses de la burguesía y mucho menos del imperialismo.

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